Había estado platicando con la gente que nos vio crecer
juntos, esos testigos que vivieron los mismos días soleados llenos de tierra
que yo, donde el limite llegaba al caer la noche, y aun así podíamos jugar bajo
techo, Faby dijo “¿en el ultimo año? Sol, él nunca te ha tratado bien, no creas
que no me acuerdo; no me explico porque, con todos siempre fue muy bueno, pero
a ti siempre te tenia que dar en la madre” se me llenaron los ojos de lagrimas,
estaba leyendo algo que me gustaría negar, yo siempre lo he querido y siempre
lo he admirado, pero ella tenía razón, él nunca me ha tratado bien. No creo que
nunca superara los típicos celos de cuando te desplazan del lugar del
primogénito, y me niego a creer que envidia mi posición de “mujer”, nunca he
podido entender porque si tiene la posibilidad, se porta muy ojete con migo,
¿estará en sus genes? En realidad yo
nunca le he hecho nada terrible o cruel para que me desprecie, pero ¿porque si
otros me atacan me defiende? No puedo olvidar la tarde en que el “simio”
estúpido me quería golpear, ¿que tiene de noble ser un idiota de 20 años
queriendo pelear a golpes con una chica de 16? Salió corriendo, lo empujo y gritó “no
cabrón a mi hermana no le pegas” bueno al menos de algo sirvió la relación,
aunque tal ves lo que le falto decir fue “a ésta solo le pego yo”.
Como quiera que fuera nunca me he atrevido a preguntar que
es lo que tanto le molesta de mi, bueno además de lo “evidente”, siempre he
querido saber que lo motivaba a hacerme llorar cuando éramos niños, ¿Por qué? ¿Yo
que hice mal?
Por todo lo que soy no pude evitar querer llorar al verlo frente al altar, es
tan joven, ¿de verdad quiere comprometerse de por vida con esa niña mimada? ¿Y
si le rompe el corazón en mil pedazos? No, de seguro lo hará el hombre más
feliz del mundo, ella es buena, y más le vale serlo porque le arranco los ojos
si lo lastima. Tampoco pude evitar correr a abrazarlo a la hora del vals, nadie
podía robarme unos segundos perfectos, armonía, cordialidad, risas y un sincero
“me siento muy cansado”, de pronto eramos lo que siempre debimos ser, apoyo, cariño, confianza, tampoco nadie me quito el privilegio de hacer el moño
de su corbata, me necesitó y estuve para él, en ese ínfimo detalle, fui su
hermana, como siempre debí serlo, cercana, especial, fue una tarde en la que se
puede decir, que forme parte de su vida; ya después cuando todo lo indispensable terminó, volví a mi lugar en las sombras, el sitio de “la otra hija de mis padres” que siempre he ocupado para él.